Psychoanalysis, the remedy that "hooks" the Argentine patient

The fear of aging, the death of a loved one, and the loss of a romance are part of the "anguishes" that lead people to lie on a psychoanalyst's couch in search of their problems' origins in the past, a remedy that traditionally "hooks" the Argentine patient.
On the weekend marking the 161st anniversary of the birth of the father of psychoanalysis, Sigmund Freud, this psychological technique is "the queen" in the country with the most mental health professionals per capita in the world.
Middle and upper classes in Argentina's major cities seek consultation not necessarily due to a pathology but as a form of personal development, explained researcher Andrés Roussos from the National Council for Scientific and Technical Research (Conicet) to EFE.
"In other countries, people are much more reserved and fearful of exposing themselves. I think they only think of psychology when there is a serious disorder. Here, however, we know that the patient needs to talk, and they know it too," asserted psychoanalyst Gabriel Rolón, author of bestsellers like "Padecientes," which reached the big screen in April.
Psychoanalysis is the preferred branch in a country with more mental health specialists per capita than anywhere else in the world (193.99 professionals per 100,000 inhabitants), according to the latest Mental Health Atlas published in 2014, which places Finland in second place with 56.95.
The southern country has an "eternal romance" with this technique because it received immigrants who, accustomed to loss and nostalgia, needed to express the anguish of being far from their homeland.
It is a technique that requires a patient willing to question themselves, ready to "dig" into the chapters of their life that generate pain to talk about abandonment, an infidelity that prevents progress, or their relationship with their parents; cases that Rolón compiled in his book "Historias de diván," which is also represented in theater.
In his view, psychology should be considered a branch of health because just as one doesn’t only go to the doctor for cancer, the couch can also address "small pains" that, while not "devastating," still deserve a place.
The treatment becomes a journey that ends when the person no longer feels anguish or stops posing questions. "It often happens that when one answers a question, they open a door to another, and those who enjoy analytical treatment and lying on the couch for fifty minutes talking," he commented.
However, Rolón reminded that it is the professional's duty not to retain the patient "in vain."
The relationship between the parties is initially influenced by an "inevitable" dependence that the patient feels toward the analyst. "Someone proposes marriage to you, and before saying yes to your boyfriend, you respond: I'll answer you Wednesday afternoon because I have an analysis in the morning," he joked.
For this reason, he emphasized that a good analyst possesses the "skill" to change positions so that throughout the process, the person finds the tools to resolve their problems by themselves.
"For those who call you every night, at some point, you stop answering, tell them that if it’s not for something serious, not to call you, inform them that you won’t be available that week, and start putting them face to face with themselves to help them stop having that dependency because it’s not good for them to rely on the analyst, and a good analyst is not one who generates that in patients," he asserted with a marked Rioplatense accent.
Analysis has a "particular" ethics that encompasses not judging, not imposing the professional's moral values, and being aware that the specialist's opinion carries the weight of "law."




ORIGINAL PUBLISHED ARTICLE IN SPANISH

El psicoanálisis, el jarabe que «engancha» al paciente argentino


Sara Martos. Buenos Aires, 7 may (EFE).- El miedo a envejecer, la muerte de un familiar y la pérdida de un amor son parte de las «angustias» que llevan a las personas a recostarse sobre el diván de un psicoanalista para buscar en su pasado el origen de sus problemas, un jarabe que tradicionalmente «engancha» al paciente argentino.
En el fin de semana del 161 aniversario del nacimiento del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, esta técnica psicológica es «la reina» en el país con más profesionales de la salud mental por habitante del mundo.
Las clases medias y altas de las grandes ciudades argentinas acuden a la consulta no necesariamente por una patología, sino como una forma de desarrollo personal, explicó a Efe el investigador Andrés Roussos, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
«En otros países son mucho más reservados, tienen mucho más temor a mostrarse. Creo que piensan en la psicología cuando hay un trastorno grave. En cambio aquí no, aquí sabemos que el paciente necesita hablar y él también lo sabe», afirmó el psicoanalista Gabriel Rolón, autor de bestsellers como «Padecientes», que en abril llegó a la gran pantalla.
El psicoanálisis es la rama preferida en el país con más especialistas de la mente por persona del mundo (193,99 profesionales por cada 100.000 habitantes), según el último Atlas de salud mental elaborado en 2014 y que sitúa a Finlandia en segunda posición con 56,95.
El país austral tiene un «romance eterno» con esta técnica porque recibió inmigración que, acostumbrada a la pérdida y a la nostalgia, necesitaba expresar la angustia de estar lejos de su tierra.
Se trata de una técnica que requiere de un paciente que se cuestione, que esté dispuesto a «hurgar» en los capítulos de su vida que le generan dolor para hablar del abandono, de una infidelidad que no le deja avanzar o de la relación con sus padres, casos que Rolón recopiló en su libro «Historias de diván», obra que se representa también en el teatro.
A su juicio, hay que pensar en la psicología como una rama de la salud porque al igual que no solo se acude al médico por un cáncer, en el diván pueden tratarse «pequeños dolores» que a pesar de no ser «devastadores» merecen un lugar.
El tratamiento se convierte en un viaje que termina cuando la persona ya no siente angustia o deja de plantearse interrogantes. «Suele ocurrir que cuando uno responde a una pregunta abre una puerta hacia otra y quien le toma el gusto al tratamiento analítico y a estar cincuenta minutos acostado en un diván hablando», comentó.
No obstante, Rolón recordó que es obligación del profesional no retener «en vano» al paciente.
La relación entre las partes al principio está condicionada por una «inevitable» dependencia que siente el paciente hacia el analista. «Te proponen matrimonio y antes de decir que sí a tu novio respondes: te contesto el miércoles a la tarde porque a la mañana tengo análisis», comentó entre risas.
Por ello, destacó que un buen analista se caracteriza por tener la «habilidad» de ir cambiando de posición para que a lo largo del proceso la persona encuentre las herramientas que le permitan resolver los problemas por sí mismo.
«Al que te llama todas las noches, en algún momento dejás de atenderle, le decís que si no es para algo grave que no te llame, le avisás de que tal semana no vas a estar y lo empezás a poner cara a cara con él mismo para que deje de tener esa relación porque no es bueno que dependa del analista y no es un buen analista el que genera eso en los pacientes», afirmó con marcado acento rioplatense.
El análisis tiene una ética «particular» que engloba no juzgar, no anteponer los valores morales del profesional y ser consciente de que la opinión del especialista tiene valor de «ley».

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